Opinión | La Feliz Gobernación

Medalla para la Nobel Verde

A la vista del 9 de junio ¿qué tal una Medalla de Oro de la Región para Teresa Vicente? Es lo menos después del premio Goldman  

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard.

No todos los días recae un premio Nobel en la Región de Murcia. Ha ocurrido esta semana: Teresa Vicente, profesora titular de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia, ha recibido el Goldman, reconocido como el Nobel Verde por su prestigio global. Es la segunda personalidad española a quien se le concede este galardón en representación de Europa y, desde luego, la primera murciana.

Se trata de una de esas noticias que no podemos reseñar sin más y pasar página a otros asuntos. Y esto porque, además, el premio no se refiere a una investigación académica genérica o a cuestiones teóricas relacionadas con el medio ambiente, sino a una iniciativa singular que atañe a algo tan nuestro como el Mar Menor. Hemos de celebrarlo, pues, por dos motivos: uno, por la galardonada (talento murciano considerado internacionalmente), y otro, por el objeto en que se basa (el cuidado de uno de los espacios naturales más particulares del Mediterráneo, ubicado en este territorio).

Por si hay algún despistado, bastará recordar que Teresa Vicente es la impulsora de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que logró dotar de entidad jurídica al Mar Menor, una solución pionera en el Derecho medioambiental europeo que, sin duda, abrirá la puerta para ser extendida, al menos en ese ámbito, a otros espacios que deben ser protegidos por su vulnerabilidad o de agresiones directas. Convertir un espacio geográfico en sujeto de Derecho es una idea original, inédita e inexplorada en nuestro entorno, pero sustentada por la profesora en tan sólidos principios jurídicos que ha dejado de ser extravagante o utópica para alcanzar el necesario respaldo parlamentario hasta adquirir en 2022 la condición de ley. 

Costara más o costara menos introducir la entidad jurídica del Mar Menor en el debate político, lo cierto es que al final contó con un muy mayoritario consenso, de modo que el Nobel Verde debiera ser orgullo de todos y, en consecuencia, hacer reflexionar a todos

Como todas las iniciativas novedosas, no fue bien entendida desde el principio. Contó inicialmente con el entusiasmo de la izquierda, el desdén de la derecha y la oposición frontal de la ultraderecha. Pero cuando la ILP rebasó con creces el número de firmas requeridas para ser presentada ante el Congreso de los Diputados, en el PP se produjo una inflexión. Las más de 600.000 firmas que refrendaron esta propuesta suman casi la mitad de los habitantes censados en la Región de Murcia, y esto son palabras mayores, de modo que los populares se avinieron a apoyar la ILP, que solo contó en el Congreso con el rechazo que puede darse por consabido. 

Costara más o costara menos introducir esta actuación en el debate político, lo cierto es que al final contó con un muy mayoritario consenso, de modo que el Nobel Verde debiera ser orgullo de todos y, en consecuencia, hacer reflexionar a todos. Las palabras de la profesora Vicente en la recepción del premio, que a pesar de su brevedad fueron interrumpidas por aplausos casi a cada frase, insertan su iniciativa en una consideración de la Naturaleza que no admite excepciones para someterla a otros intereses que no sean los de su preservación. Nadie se puede extrañar, pues reproducen el espíritu mismo que ha conducido a esa ley.

Pero es aquí donde vienen los problemas para el estamento político. El discurso general en este ámbito considera compatibles en el Mar Menor, con más o menos matices, actividades de desarrollo económico con la salud ambiental de la laguna, y es evidente, por la precaria conservación de la misma, que dichas actividades influyen de manera decisiva en su deterioro. Ni siquiera Vox excluye el impacto humano sobre ese ecosistema, pero pretende aislarlo en una sola causa relativa a los residuos urbanos para salvaguardar los intereses del sector agrario, sobre el que, sin embargo, los informes científicos reputados y convalidables descargan la mayor cuota de responsabilidad.  

El Gobierno se viene mostrando incapaz de conducir a la Región a un modelo económico en que medioambiente, turismo y agricultura se constituyan como valores armónicos y no se neutralicen entre sí

Podría calificarse de utópica la apelación de la profesora galardonada a la necesidad de una agricultura que se limite a ‘productos de temporada’, pero más radical resulta prescindir de toda contención y explotar una actividad agrícola intensiva que contamina el suelo, los acuíferos y la laguna a la que se filtran o afluyen las aguas desnaturalizadas por los nitratos. 

El intento de compatibilizar agricultura y turismo con la imperturbabilidad ecológica del Mar Menor no puede desdeñarse, pues son muchas décadas de crecimiento de ambos sectores hasta el punto de producir un arraigo que no puede despreciarse de un plumazo. Pero la realidad muestra que la intensividad y el desorden con que se ha producido tal crecimiento tiene consecuencias graves, tanto que de no tomar medidas drásticas el efecto negativo no solo es para el Mar Menor sino para los propios sectores productivos que lo cercan. 

La clave reside en que el Gobierno de la Región de Murcia se viene mostrando incapaz, desde hace más de veinte años de conducir a la sociedad a un modelo económico en que medioambiente, turismo y agricultura se constituyan como valores armónicos y no se neutralicen entre sí. Esto requiere, por el bien de todos, un reordenamiento que no se limite a medidas paliativas y coercitivas, sino que contemple un mínima planificación. Para esto hay que partir de algunas elementales convicciones, la primera de las cuales es la que apunta nuestra premio Goldman: la Naturaleza es lo primero, está al mismo nivel que el género humano y dispone de los mismos derechos jurídicos. ¿Significa esto que no puede emprenderse a partir de ella ninguna actividad productiva? No. Significa que éstas deben acomodarse a sus exigencias de conservación, que en sí mismas son también un valor económico. 

Lo anterior, que parece sencillo, requiere un cambio de mentalidad. No se trata de invertir equis millones en la recuperación del Mar Menor; se trata de no seguir agrediéndolo. A partir de ahí, diséñense las políticas correspondientes. Los líderes que se atrevan a empezar por ahí alcanzarán mucha ventaja, pues en cualquier caso tendrán que acabar aceptando el precepto por mera imposición de los hechos.

No se trata de invertir equis millones en la recuperación del Mar Menor; se trata de no seguir agrediéndolo. A partir de ahí, diséñense las políticas correspondientes. Los líderes que se atrevan a empezar por ahí alcanzarán mucha ventaja

A las pruebas me remito. Una de las lecciones de la ILP impulsada por Teresa Vicente es que desde la sociedad civil es posible conseguir determinadas medidas a las que la clase política, minada por intereses electorales a veces incluso contradictorios entre sí, se resiste. La Región de Murcia, tan aparentemente complacida con el PP, ha mostrado que en cuestiones de alta sensibilidad es capaz de movilizarse trasversalmente y modificar impulsos del Gobierno. Ejemplos estelares son la ILP o el soterramiento del Ave. Casi podría decirse que en los últimos años los únicos avances estructurales perceptibles se han producido por movilizaciones populares. En el primer caso, en la ILP, que es el que nos atañe ahora, téngase cuidado con quedarse en la espuma de la cosa y despreciar la filosofía subyacente. La gente firmó esa iniciativa, no como algo aislado, sino entendiendo muy bien la clave de su contenido: los bienes naturales son intocables. 

Es verdad que hay otras movilizaciones. Las tractoradas, por ejemplo. Expresan el malestar del campo por las normativas vagamente restrictivas que incluye una Ley del Mar Menor que debió ser facturada como respuesta al clamor popular en su defensa. El Gobierno se debate, pues, entre tensiones divergentes y, según fases, no sabe si soltar cuerda o tirar de ella. Pero esto seguirá ocurriendo mientras carezca de un modelo claro y preciso sobre el desarrollo económico de la Región. Para gobernar hay que disponer de un marco. ¿Cuál es el marco de este Gobierno?

Ocurre que vivimos tiempos en que los Gobiernos no gobiernan. Se lo escuché esta semana en La Sexta al ministro Urtasum, refiriéndose a la espantada de Sánchez: «Ya va siendo hora de que este Gobierno gobierne». Se refería al suyo, que lleva un año. Al de López Miras le ocurre lo mismo y casi en el mismo periodo. No gobernar significa no meter la pata, esconderse en las sombras que quedan tras de quien acapara los focos y actuar a golpe de hechos consumados. Véase la actual campaña de las elecciones catalanas: no verán en televisión un solo fragmento de vídeo en que se hable de soluciones concretas sobre la sequía que afecta a esa Comunidad, sino sobre pactos y acuerdos poselectorales. Es una clase política ensimismada en sus cuitas. Hasta que estallan los problemas de la gente. Y entonces ocurre que es la gente la que ha de marcar el rumbo. Como ha ocurrido con la ILP. De la que, como ya digo, más importante que la ley en sí misma son los argumentos que la sustentan. 

Por cierto, a la vista del 9 de Junio, ¿qué tal una Medalla de Oro de la Región para Teresa Vicente? Es lo menos despues del Nobel Verde.  

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