Opinión | Dionisio Escarabajal

A todos los gurús les da por lo mismo

Como muchas familia de clase media en la emergente España de los años setenta, la mía estaba suscrita al Círculo de Lectores y, en consecuencia, recibíamos cada mes la selección de libros que por defecto te enviaba la editorial que daba soporte a tan extraordinario invento. El Círculo fue alimento incansable de lectores ávidos, cuando la televisión tenía solo un par de canales donde elegir, no había mucha costumbre en las familias de comprar periódicos inocuos políticamente y, por supuesto, no existían internet ni las redes sociales.

Yo era el primer lector de la familia y, a pesar de mi corta edad, ya iba sobrado de testosterona. Lo recuerdo porque entre los libros de una cierta selección mensual, los del Círculo acertaron a incluir uno que, con el sugerente título de Candy, contaba una lúbrica historia de una estudiante universitaria norteamericana que en su ingenuidad se dejaba seducir por su gurú. El tal gurú era de esos tipos que por los años sesenta y principios de los sesenta empezaron a surgir como setas, fruto de una mutación del movimiento hippie que convirtió a muchos jóvenes norteamericanos en presas fáciles de los movimientos orientalistas en boga. El gurú de Candy se entretenía en beneficiarse a la estudiante convenciéndola al mismo tiempo de que todo era en realidad un camino de elevada espiritualidad en la que el sexo (tántrico, por supuesto) era simplemente una forma de conexión entre sus respectivas almas.

La historia de Candy me recuerda la historia del rijoso gurú de Abanilla de la que ha dado cuenta este periódico hace algunos días. Lo que más me sorprende es la ingenuidad de tanta gente (particularmente del sexo femenino) que no es capaz ni siquiera de sospechar que detrás de la aparente espiritualidad hindú (tan pedestre por otra parte), y de la superioridad moral que proyecta tanto yogui presuntamente desprendido de la realidad material, se ocultan a menudo insaciables depredadores sexuales. No será porque múltiples historias, empezando por el escandaloso intento de seducción de Mia Farrow por el gurú adoptado por los Beatles en India, no hayan puesto en evidencia esas pulsiones incontroladas una vez y otra también. Habrá que concluir que la candidez de la Candy del libro y de las chicas de Abanilla son un rasgo más común en nuestras jóvenes de lo que quisiéramos imaginar.

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