Opinión | Cartagena D.F.

Contaminados

Me pregunto si el hecho de que cueste tanto descontaminar unos viejos terrenos industriales, que suponen un peligro para nuestro bienestar y nuestra salud, se debe a que lo que lleva tiempo contaminado, dicho en sentido figurado, es la vida política, lo que salpica de lleno a la gestión pública

Concentración contra la contaminación en el Palacio Consistorial, durante el pleno municipal.

Concentración contra la contaminación en el Palacio Consistorial, durante el pleno municipal. / Iván Urquízar / LMU

Que en los tiempos que corren, políticos de siglas completamente opuestas se pongan de acuerdo en algo empieza a ser prácticamente un milagro, porque nos tienen más acostumbrados a lanzarse improperios. Deben pensar que enfrentarse entre ellos es más rentable en las urnas, algo más que dudoso.

Pero ha vuelto a ocurrir en Cartagena. Nuestro municipio ya ha sido ejemplo en nuestra historia reciente de consensos y pactos que parecían imposibles, bien sea por el bien de la propia ciudad y sus habitantes, bien por intereses políticos. No hay que irse muy lejos, tan solo al anterior mandato, en el que PP y PSOE firmaron un pacto de Gobierno para evitar que el ganador en las urnas, el exlíder de MC, ocupara la Alcaldía, ya que consideraban que la imagen y la gestión del representante cartagenerista como regidor hubiera perjudicado a la ciudad. Eso fue lo que esgrimieron para turnarse dos años cada formación en la posesión del bastón de mando, aunque el PSOE no terminó de admitir esta alianza a la cartagenera y acabó expulsando a los ediles que alcanzaron la representación municipal con sus siglas, lo que daría lugar al actual partido de Sí Cartagena.

Basta de historias. La actualidad del municipio pasa por la aprobación en el pleno municipal de una declaración institucional consensuada de todos los grupos. Reivindica la actuación de todos los implicados para garantizar la salud de los vecinos e incorporar antiguos terrenos industriales contaminados a la ciudad. Sí, lo he dicho bien, todos los grupos: PP, PSOE, MC, Vox y Sí Cartagena. Entre algún que otro reproche, el debate acabó con todos a una en esta cuestión. Es una excelente noticia. Y lo sería aún mucho mejor si hiciéramos la vista gorda ante el hecho de que han pasado 16 años desde que Zinsa paralizó su producción y empezó a desmantelar su planta de Torreciega. Y justo el doble, 32 años, desde que Peñarroya cerró su última fundición de plomo junto al barrio de Santa Lucía. Entre una y otra, la planta de Potasas y Derivados ‘echó la persiana’ hace 24 años. Ya iba siendo hora de hacer un frente político común contra el abandono y dejadez de unos terrenos controlados incluso por el Consejo de Seguridad Nuclear. Esperemos que este consenso se mantenga y no haya que dejar que pasen otros tres lustros u otras tres décadas para descontaminar este suelo y veamos que se integran en el progreso de Cartagena.

Tanto en el caso de los terrenos de Zinsa y Potasas en El Hondón como en los de Peñarroya frente al muelle de San Pedro ha habido proyectos en el pasado encaminados a su recuperación, aunque, en todo caso, el paso previo siempre pasaba por la descontaminación del suelo. Las parcelas de Torreciega y El Hondón son potencialmente el espacio en el que se urbanizará el nuevo Ensanche de Cartagena. Así lo proclamaba Pilar Barreiro en sus últimos años al frente del ayuntamiento, del que se fue hace ya casi una década. Por su parte, quien puso sus ojos en los terrenos de la Autoridad Portuaria en la fábrica de Peñarroya fue el expresidente del FC Cartagena, Paco Gómez, quien proyectó incluso una urbanización de lujo con campos de golf con vistas al mar. Ni una cosa ni la otra, de momento. Y un servidor desconoce si existe algún tipo de intenciones urbanísticas en alguna de estas áreas en la actualidad, aunque dada la fama que tienen, es probable que se requiera de tiempo y de garantías de salubridad para que alguien se plantee vivir en ellas. Como en tantos otros ‘trenes’ que vemos pasar de largo por nuestra Cartagena, nos vuelve a tocar resignación y mucha paciencia.

Me pregunto si el hecho de que cueste tanto descontaminar unos viejos terrenos industriales, que suponen un peligro para nuestro bienestar y nuestra salud, se debe a que lo que lleva tiempo contaminado, dicho en sentido figurado, es la vida política, lo que salpica de lleno a la gestión pública. A las noticias de hoy en día me remito, donde las acusaciones y las sospechas de corrupción embarran desde hace años los debates plenarios y parlamentarios y los ventiladores han esparcido toda esta inmundicia sin miramientos, hasta manchar a los familiares de uno y de otro bando. «Esto ya da de sobra para una serie de Netflix», le escuché bromear la otra noche al televisivo Pablo Motos con Vicente Vallés como invitado. No le falta razón, porque reúne todos los ingredientes de intriga, suspense y giros inesperados, con tramas familiares incluidas. Mejor no pensar en el final, aunque no se engañen, en ningún caso la decisión de unos y de otros se tomará pensando en su bien, ni en el mío. Eso es lo que nos han demostrado hasta el momento.

Por aquí también hemos vivido esa ‘contaminación’ con insultos y desprecios entre nuestros políticos, aunque eso quedó atrás, y los aires ahora son otros, de mayor respeto entre todos. Quizá por eso, una vez descontaminada la escena política local, haya sido posible el consenso para hacer todo lo posible para descontaminar los terrenos que permitan la expansión de Cartagena.

Suscríbete para seguir leyendo