En su rincón

César Segura, disponibilidad servicial

"Mi vida ha sido navegar por el Mediterráneo y por el Atlántico", rememora el actor y presidente del Grupo de Teatro La Aurora, Galileo del Año en Pozo Estrecho

César Segura en La Bodega del Teatro.

César Segura en La Bodega del Teatro. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Es una sana costumbre, en muchas localidades, la de entregar la distinción de Vecino del Año a una persona que ha destacado por su participación altruista y su colaboración en diversas actividades de la comunidad. En la diputación cartagenera de Pozo Estrecho, cada mes de mayo se entrega el galardón Galileo del Año, instituido por la Asociación de Vecinos y acordado por un jurado que forman todas las asociaciones y entidades de la localidad. Acaba de hacerse público que, en esta ocasión, va a ser Cesáreo Segura Sánchez, actor y presidente del Grupo de Teatro La Aurora, quien reciba tal nombramiento. Siendo un insistente defensor de la profesionalidad en las disciplinas artísticas y en las industrias culturales, mi encuentro con él es una estupenda oportunidad para poner en valor la positiva y beneficiosa actividad del teatro aficionado, así como la dedicación altruista a la vida asociativa y cultural en nuestros barrios y pueblos. Sin lugar a dudas, César es un reconocido exponente de esas personas imprescindibles en la cultura de base.

La fotografía se la hago en La Bodega del Teatro, la antigua bodega de Villa Carmina, un antiguo caserón situado en pleno centro de la localidad que, desde hace años, se ha convertido en local de ensayos, lugar de encuentros, almacén de vestuarios y decorados de los varios grupos que mantienen la centenaria tradición teatral galilea. Conozco y admiro a este hombre que lleva a sus espaldas cientos de personajes y miles de horas construyendo escenarios y montando la iluminación y el sonido de 29 ediciones de uno de los certámenes más interesantes y conocidos de la escena regional. Puede presumir: «Soy nacido y criado en este pueblo, Pozo Estrecho, que un día fue llamado la Corte del Campo de Cartagena». 

De su familia me cuenta: «Mi abuelo materno era de Murcia, un ferroviario destinado en la estación de La Palma-Pozo Estrecho, así que mi padre conoció aquí a mi madre. Mi abuelo paterno, Cesáreo Segura, como yo, llevaba la posada que había a la entrada del pueblo y hacía transportes con su carro hasta Cartagena y de la ciudad al pueblo. He pasado mi infancia en esta posada, viendo los carruajes, hablando con los segadores de La Mancha o con los meloneros de Beniaján. Recuerdo sus patios, sus cuadras… Tengo muchos recuerdos de aquel pueblo del que ya queda poco. Aquí en la Plaza Mayor había una fuente de agua y estaba la tienda de Candel y la antigua tienda de Lolita (antes de las Geromillas), con sus lejas y armarios acristalados de madera que luego usamos en la representación de El último mono de Arniches en 1973. Aquella fue mi primera incursión en el teatro, bajo la dirección de Pepe Ros, que además actuaba en el papel principal. No pensé entonces que yo podría vivir del teatro, pero siempre quise volver a él».

Y sigue con su vida: «Me gustaba mucho el fútbol, jugaba con el Juvenia, incluso estuve en su directiva cuando la llevaba Luis Cegarra, el fotógrafo del pueblo, que iba en silla de ruedas. Estudié Maestría Industrial, en la especialidad de Electricidad, y con 17 años me corté el pelo y me fui, como voluntario especialista en electricidad, al ejército. Salvo una época en un cazaminas, mi trabajo ha sido siempre en submarinos». Me habla de una importante hornada de jóvenes galileos que después de él se fueron a la Marina como especialistas y recordamos a uno de sus compañeros, Pepe Moya, especialista de radio, al que estos días el pueblo llora su pérdida. Hablamos de la vida en un submarino: «Vivir en un sitio tan pequeño, durante semanas, sabiendo si es de día o de noche porque la luz artificial es blanca o roja y trabajando donde duermes, comes o juegas a las cartas, casi en silencio para no molestar a quienes duermen… Te cambia y te moldea, no todo el mundo aguanta esa presión y esas horas interminables. Mi salvación fueron los libros. Siempre me ha gustado la historia, sobre todo de Egipto y Roma. En otra vida me hubiera gustado ser historiador, lo intenté en la universidad a distancia, pero nunca estaba para los exámenes. Mi vida ha sido navegar por el Mediterráneo: Sicilia, Nápoles, Tánger, Casablanca… Y por el Atlántico: Madeira, Lisboa, Oporto, Galicia, Santander, Asturias… Lo primero que hacíamos al llegar a puerto era ducharnos en un hotel, por fin con agua dulce».

Me cuenta que siempre quiso volver al teatro: «Fue en 1988, en un concierto en la Plaza, volví a coincidir con Paco García y Pepe Ros y hablamos de montar una obra. Con el apoyo de la Asociación de Amas de Casa, creamos el Grupo de Teatro La Aurora y representamos Doña Rosita La Soltera de García Lorca. No éramos conscientes de que éramos el siguiente eslabón teatral en una localidad con gran tradición, desde los Autos Sacramentales y el Auto de los Pastores, con una sala estable, la del Teatro de la Sociedad Filantrópica y Recreativa fundada en 1856». Le gusta coleccionar antiguos programas de mano de las obras representadas en el pueblo, incluyendo las de la familia Ibáñez, los antepasados galileos de Narciso Ibáñez Serrador, una gran saga de actores y actrices de la localidad y cuya fama fue internacional.

Está implicado en las procesiones del Jueves Santo de Pozo Estrecho, le gusta mucho la zarzuela y ha participado en montajes de la Compañía Lírica Española «solo como actor, que lo de cantar ni debajo de la ducha», me aclara. Junto a su equipo directivo de La Aurora, se recorre los escenarios de la Región para seleccionar las obras que luego traerán, en febrero, al certamen. Lleva años de militar en la reserva y puede dedicarse todo el año al teatro, salvo un mes de viaje compartido con Juana Mari, su mujer, y Bernardo y María, todos teatreros. El resto del año, si no está ensayando está con los focos o montando decorados y, entre tanto, acudiendo cada vez que lo llama cualquier asociación: «César, ¿me puedes poner un foco? ¿Me puedes poner una pantalla? ¿Me puedes arreglar la instalación de las fiestas?». Alguna vez refunfuña, pero siempre de servicio.