Opinión | Mamá está que se sale

Abstinencia

Primero fue esconderla en un lugar seguro. No es nada fácil, aunque lo parezca. De hecho, la solían encontrar con poca dificultad. Después vino la negociación de horarios. Eso era cuando me sobrepasaba la ola de ruegos y razonamientos de que si era absurdo quitársela, que querían ver sus series, o es que habían quedado para jugar en línea con sus amigos... Ya, el último fin de semana, el Hombre de los Números y yo decidimos que el único remedio para que nuestros hijos dejen de estar abducidos por la ‘tablet’ y los móviles, era este: la abstinencia. Radical. Sin piedad. Mejor dicho, precisamente por piedad hacia ellos.

Suelo preguntar a otros padres qué hacen para arrancarle la ‘tablet’ a sus respectivos hijos. Además, lo pregunto así: «¿Tú cómo se la arrancas?». No me cabe la menor duda de que no hay ningún niño que la entregue voluntariamente. Pero nadie me enseña una varita mágica, por lo visto no hay truco, es la batalla que nos ha tocado.

Recuerdo cuando dejé de fumar. Una de las cosas que pensé es cómo lo dejaría la gente que estaba enganchada, no sé, a la cocaína o a cosas más fuertes. Porque a mí me perseguía el pensamiento del cigarro. Encima es que me gustaba fumar. Me sentaba como un tiro y tuve la garganta hecha unos zorros muchos años, pero me encantaba. Imagínate la lucha. Se lo digo a mis hijos, que lo único que funcionó fue dejarlo radical. Me estuvo apeteciendo años. 

Pero, sin duda, con lo que conseguí dejarlo del todo fue con mi marido, en modo antitabaco total. Me amargaba cada cigarro que me encendía. El reflejo pavloviano (aún lo escucho en mi cabeza) de «¡si supieras qué poco me gusta que fumes!» fue la palanca que me ayudó a desterrar para siempre ese vicio asqueroso, y encima carísimo, que era el tabaco. Sin ningún complejo se lo repito así: era una conducta adictiva. Me dominaba. Solo hubo una forma de dominarlo yo a él, y fue dejarlo. Sobre todo, les digo que no fui capaz yo sola, y eso que lo intenté muchas veces. Está hecho para engancharte. Lo único bueno que tuvo es que ahora reconozco otras conductas adictivas. Y no las voy a dejar pasar. 

La semana pasada empezamos con nuestro plan: ocupar el tiempo como fuera para que la abstinencia tuviera alguna posibilidad. No le dijimos nada a ellos, precisamente para que no lo sepan. Pero yo he rescatado unas barajas de cartas, hemos empezado serie nueva para cenar y Antonio sacó las bicis para salir con cualquier excusa. Sabemos que «el algoritmo» está diseñado para enganchar a nuestros hijos. Pero nosotros tenemos una palanca, y no tenemos miedo a utilizarla.

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