Entre Letras

La fe en la educación

Francisco Javier Díez de Revenga

Francisca Moya del Baño, catedrática emérita de Filología Latina de la UMU, acaba de publicar, en Cieza (editado por su Ayuntamiento y otras instituciones), un libro entrañable, porque da muy buena cuenta de la historia de una vocación y de una entrega: Abrieron mentes. Doña Pepita Semitiel (1910-2005) y su colegio (1953-1971). Un volumen detalladamente documentado que testimonia la historia completa de una abnegada profesora y de su obra maestra, un colegio, que vino a solucionar en Cieza un grave problema educativo: la carencia de un centro de bachillerato en el que pudieran estudiar las jóvenes de la localidad, ya que el único centro existente de ese nivel, solo era masculino. Un problema social tan grave vino a solucionarlo la voluntad y la dedicación de una mujer que ha merecido ser reconocida en este libro gracias a su trabajo y sobre todo a su fe en la educación.

Con ser interesante desde muchos puntos de vista toda la información histórica que facilita Moya del Baño, a través del listado de estudiantes, planes de estudios, funcionamientos de los sistemas educativos, acaso lo más atractivo del libro sea descubrir la vida y aventuras de esta mujer sin duda excepcional. Porque la profesora, biografiada con detalle, resulta ser una auténtica pionera en muchos aspectos, sobre todo si se observa su trayectoria educativa y las fechas en las que la llevó a cabo. Porque Pepita Semitiel ingresó en el Bachillerato cuando tenía casi catorce años (había nacido el 7 de julio de 1910) en junio de 1924 en el Instituto de Enseñanza Media de Murcia, y en él cursó sus estudios, consiguiendo las mejores calificaciones en prácticamente todas las asignaturas y desde luego en latín. Finalizado el Bachillerato en Granada, en su universidad estudió la Licenciatura en Filosofía y Letras, que finaliza en 1935, cuando muy pocas mujeres cursaban estudios universitarios. Y en Granada, en el mismo colegio en el que había residido como estudiante, comenzó a ejercer su carrera de profesora de Latín, de Griego y de Lengua Española, entro otras signaturas, hasta que a finales de los cuarenta decidió volver a Cieza.

En Cieza no había instituto de enseñanza media (en la Región entonces apenas había media docena en Murcia, Cartagena y Lorca…) y, tal como relata Moya del Baño, los alumnos tenían que ir a examinarse a Murcia, de tren correo a tren correo, que pasaba por Cieza con destino a Murcia y Cartagena, a las seis de la mañana, y regresaba a las doce de la noche: «En un solo día, y después de un madrugón como el que había que soportar, tras no haber apenas pegado ojo durante la noche, había que examinarse de todas las asignaturas». Consiguió Cieza, con el apoyo de muchos particulares, un centro de Enseñanza Secundaria, el Colegio Isabel la Católica, solo masculino (reconocido por el Ministerio y adscrito al Instituto Alfonso X de Murcia), por lo que se hizo imprescindible la creación, algo que logró Pepita Semitiel, de un colegio femenino, el Colegio Sagrado Corazón, fundado y reconocido en 1953.

Será de gran utilidad este libro de Francisca Moya no solo para conocer un aspecto fundamental de la historia de Cieza, sino para descubrir, a través de los numerosos testimonios recopilados, la importancia que tuvo en la vida social del pueblo y más aún en la promoción educativa de la mujer. Porque de ese colegio saldrían muchas estudiantes que seguirían su destino en sus vidas profesionales y personales con una formación intelectual muy sólida y muy sana. Y un buen ejemplo es la propia autora del libro, latinista consumada, que aprendió muy joven la belleza de la lengua latina y los secretos de sus estructuras lingüísticas y del orden de las palabras que iluminan los contenidos, lo que determinaría su dedicación universitaria a la filología clásica. De pionera a pionera es el resumen del significado de este libro, tal como concluye Francisca Moya al retratar a su biografiada: «Una mujer de carácter, honesta, optimista, absolutamente excepcional, valiente, altruista, rompedora, visionaria, una auténtica pionera, una mujer con una gran conciencia social, que dedicó su vida a enseñar y dignificar a las mujeres».

Pero el tono laudatorio de homenaje y de reconocimiento no ha de empañar la historia de una verdad y de un sacrificio que fue imprescindible y necesario en un momento crucial de la vida de una ciudad como Cieza. Por eso no es de extrañar que el libro venga precedido por palabras de adhesión y reconocimiento de un rector, de una consejera (de Política Social) y, entre otros, de varios alcaldes de la comarca, desde Cieza y Abarán a Blanca y Ricote...